domingo, 10 de octubre de 2010



Juan W. Yufra

Desde que Platón dijo: “los poetas no saben lo que dicen” se ha tomado conciencia del curso histórico de la palabra que inventa el mundo y, hemos convivido con varias adecuaciones a la realidad que, en este caso, la poesía nombra desde su lenguaje. Además, es cierto, los poetas nunca han podido con la poesía –aquí utilizamos a Eluard–; sólo la poesía domina a la poesía, sólo la poesía nombra las cosas que los poetas perciben con su lenguaje trasegado, hasta que llegó Martín Adán para dejarnos la belleza: “Todo es, Poesía”.
Plexo solar, último poemario de Chanove (Arequipa, 1953) contiene un verso estupendo El fuego cambia de nombre cuando se alza (pág.11). Han transcurrido suficientes años, más de una década, para volver a leer algo meritorio de este importante poeta que ha dado estas tierras del sur del Perú; creo que es necesario abordar los silencios como parte de la obra en curso. (Debemos percatarnos que la última obra poética de Oswaldo Chanove se publica en el 2002, Canción de amor…; es bueno recordar, además, que dicho texto circulaba ya en los 90; no registro los textos en prosa que aparecen luego y menos la pésima antología del 2008).
El plexo solar “es uno de los centros del cuerpo vital o etérico”, un “canal de la emoción”, como se sabe su elemento es “el fuego”, y el sentido más logrado “la vista”. El poeta, entre nos, y para este episodio, es un voyeur de la naturaleza interna, esa que no conocemos del todo porque quien sugiere su existencia carece de su lenguaje; y lo único que puede es asomarse y comparar o inventar; en cambio, el mundo de afuera, ese que tocamos con las palabras de otros no desaparece porque son justamente los Otros los que nombran o sugieren; y ese es el propósito del poeta, reflexionar sobre su en torno y encontrar los límites y aceptar que la emoción pervive en la realidad y que el lirismo no es un recurso que indica desfase ni ausencia de modernidad sino que es una forma de acercarse al mundo a través de un yo poético inconcluso y a veces exacerbado.


VORACIDAD POR LA MADERA

El fuego lame las costillas (del animal)
El núcleo (de todo) es la bola de fuego
(Que dispara el instante)
El fuego es inflamación
Materia (exaltada) que encuentra esplendor
El ardor está hecho de oxígeno
De derivados del petróleo
De esa (endiablada) voracidad por la madera
El fuego cambia de nombre cuando se alza (en
pleno centro)
El fuego se hace magno (cuando sopla el viento)
La locura del fuego es el incendio
Los grandes logros (de la civilización) se
precipitan
Los grandes logros son ceniza (y humo)

Fragmento


Este libro desarrolla una serie de tópicos de la condición humana, pasada la modernidad, nos queda el maniqueísmo y la hibridación. Ello se percibe desde los títulos de los poemas (en inglés, algunos); en los temas contradictorios (del lenguaje) de la evolución del hombre frente a su pensamiento simbólico (que Jean Rostand elabora) y en la precipitada elusión por la metáfora correcta: “Porque yo, maldito lector, soy tú” (pág. 16), ese es un rasgo ya conocido, propio de la coloquialidad y del impresionismo con el que Chanove transa; como se sabe, no busca hermetismos ni alegorías superfluas, aunque las logra, sino la expresión de su única excusa: la fábula. Y el recurso, muchas veces, queda en manos de Vicente Hidalgo, que en este poemario retorna como el antihéroe de la ficción poética que dialoga con aquella naturaleza esotérica e innombrable (desde adentro).



Chanove, Oswaldo (2010) Plexo Solar. Aquelarre ediciones. Lima.